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No es un secreto que la Mezquita-Catedral ocupa el primer lugar en sitios visitados de Córdoba. De hecho, algunos datos hablan de dos millones de visitantes en épocas de más afluencia.

Esto es consecuencia tanto de su espectacular aspecto como de lo particular de su historia. Y es que, el edificio que tenemos en la actualidad, a la vez mezquita y a la vez catedral, cuenta con un pasado no exento de debates. Un asunto curioso para ser un monumento tantas veces descrito.

Tradición: mezquita e iglesia, todo en un mismo lugar

Así pues, se habla de que con anterioridad a su construcción, en el lugar se alzaba una iglesia visigoda en honor a San Vicente Mártir, compartida por cristianos y musulmanes tras la llegada de estos en 756 y hasta que Abderramán I compró los terrenos en el 786.

Aunque eso se dice, en realidad no hay demasiadas pruebas arqueológicas y algunos encuentran esa historia demasiado similar a lo que hizo la familia de Abderramán I, la dinastía Omeya, durante la conquista de Damasco unas décadas antes.

Lo que sí se sabe es que entre el 786 y el 788 se edifica la primera mezquita, ordenada por Abderramán I, primer gobernante independiente del Emirato de Córdoba. Un origen noble y, también, bélico.

Diseño y arquitectura

Esa fue una construcción de dos partes (un patio con minarete y una amplia sala para la oración con once naves) modesta en comparación con lo que se ve hoy. Esto es así porque la mezquita original no tardó en ampliarse por orden del hijo del emir Abderramán II entre los años 833 y 848.

Este nuevo diseño hizo más amplias la zona de los rezos y la zona del patio, además de derribar el minarete y crear nuevos muros para contención del edificio. En total, se estima que creció veintiséis metros hacia el sur.

Las obras no terminaron allí, pues otro rey de la dinastía, Al-Hakam II, volvió a ampliar las naves de la mezquita entre el 962 y el 966, añadiendo además un minarete al muro del patio.

A esa reforma le siguió la última ampliación musulmana, la de Almanzor, entre 991-994, extendiendo las naves a lo ancho. Es decir, añadiendo nuevas naves y extendiendo el solar de la mezquita hacia un lado.

Desde entonces, la construcción permaneció hasta la conquista de Córdoba por Fernando III, el Santo, en el siglo XIII. Este rey decidió aprovechar el monumento y darle un uso cristiano, edificando una iglesia en el centro.

De este modo se dio a entender a la población que su vida ya no estaría regida por los musulmanes, sino por los cristianos.

Por último, una reforma de entre los siglos XVI y XVII dará a esa mezquita-iglesia, el aspecto de una catedral renacentista y barroca, originando el edificio que conocemos.

Si bien este volvió a ser restaurado en siglos posteriores por diversos problemas puntuales, su aspecto no se alteró en demasía.

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